
Durante mucho tiempo, la prueba de IQ (coeficiente intelectual) ha sido percibido como una simple medida de “qué tan inteligente es alguien”, sin embargo, esta visión está desactualizada. En los procesos de selección actuales, el IQ ha
demostrado ser una herramienta clave para identificar habilidades que van mucho más allá de la inteligencia tradicional.
El IQ no mide conocimientos académicos ni experiencia laboral. Evalúa, en cambio, capacidades mentales esenciales para el entorno laboral moderno, como:
- Razonamiento lógico y abstracto
- Comprensión verbal
- Análisis y resolución de problemas
- Velocidad de procesamiento
- Adaptación ante nuevas situaciones
Estas habilidades influyen directamente en cómo una persona aprende, se adapta, toma decisiones y se enfrenta a desafíos en su día a día laboral.
En contextos laborales donde la agilidad mental, el pensamiento crítico y la autonomía son clave, conocer el nivel de IQ de un candidato puede brindar información objetiva y complementaria al currículum y la entrevista.
Implementarlo en un proceso de selección puede ayudar a:
- Identificar perfiles con alto potencial de aprendizaje
- Predecir el rendimiento en cargos de análisis, liderazgo o solución de problemas
- Optimizar la toma de decisiones al contratar
- Reducir errores de selección costosos
El IQ no es un número que define el valor de una persona, ni debe ser el único criterio de selección. Sin embargo, sí representa una herramienta poderosa cuando se utiliza correctamente, como parte de una evaluación integral del talento.
En un mundo laboral que exige innovación, pensamiento estratégico y adaptación constante, conocer y comprender estas habilidades cognitivas puede marcar la diferencia entre un buen proceso de selección y uno realmente acertado.